27 de octubre de 2025
Relación abierta y amor sin etiquetas: son bisexuales y se hicieron virales por sus reglas de sexo “prohibidas y permitidas”

Aaron Armeya tiene 23 años, es varón trans y está en pareja con Coni Ros, de 25, y mujer trans. Ambos son influencers LGBT y cuentan en sus redes la experiencia de vivir una relación poco convencional
>Aaron Armeya y Coni Ros están de novios desde hace 2 años y conforman una pareja poco convencional. Él tiene 23 años y es un varón trans. Ella tiene 25 años y es una mujer trans. Ambos son influencers, militantes del colectivo LGBT y tienen una forma bastante particular de vivir su amor: son bisexuales y están en contra de la monogamia.
En una conversación que mezcla humor, sinceridad y vulnerabilidad, la pareja habló abiertamente sobre cómo su acuerdo inicial —el clásico “don’t ask, don’t tell” (“no preguntes, no cuentes”) terminó poniéndolos a prueba.
“Un día me volví loca. Porque de repente el señor cogía con todo el mundo... literal, se volteaba a todo lo que se le pasaba por adelante”, señaló en el video que tiene más de seis millones de reproducciones. Además, admitió que la dinámica pasó por etapas de celos, límites y reajustes.
Actualmente, disfrutan de una pareja abierta, pero “con reglas de juego bien claras, de lo que está prohibido y permitido”, admitieron en diálogo con Infobae, quienes se autoperciben de una manera que, a veces, tensionan los rótulos.
“Somos un hombre y una mujer juntos”, sintetizó Aaron. Mientras Coni prefiere un marco más amplio: “Me siento más cómoda con el término pareja queer”.Se conocieron en 2021 en un evento de la Fundación Trans Argentinxs, que acompaña a infancias y adolescencias trans y a sus familias. A él lo invitaron como cantante; a ella, como influencer. Primero fueron amigos; después, pareja.Aaron empezó su transición a los 14 años, cuando vivía con sus padres y sus tres hermanos en la casa familiar de Don Torcuato, partido de Tigre. “Antes de realizar mi transición, yo era una persona muy triste. No me reía, no tenía ganas de hacer cosas”, contó.
Coni, en cambio, inició su transición a los 21 años y gestionó casi todo por su cuenta, aunque con gran apoyo afectivo. Su recorrido tuvo una particularidad: fue público. “Hago contenido en redes desde antes de transicionar, así que un poco transicioné con mi comunidad”, relató Coni, quien se animó a documentar desde cero la terapia hormonal, el cambio registral y cada paso que dio en esta nueva etapa.
Cuando la historia sentimental de la pareja comenzó a tomar forma, tanto Aaron como Coni debieron enfrentar no solo los prejuicios sociales, sino también la curiosidad —y en algunos casos la incomprensión— dentro de sus propias familias.Esa mezcla de humor, desconcierto y ternura marcó el tono con que sus seres queridos fueron entendiendo la relación. “Las familias a veces tardan en procesar, no porque no nos quieran, sino porque la sociedad les enseñó durante años que la identidad trans era algo raro o trágico”, reflexionó Coni.
Con el paso del tiempo, los prejuicios iniciales dieron lugar a la aceptación. Hoy, quienes los rodean entienden que su vínculo no desafía al amor sino que lo redefine bajo sus propias reglas. En palabras de Coni: “Nosotros sabemos que es difícil de encasillar, pero al final del día somos un hombre y una mujer que se aman, con su historia y sus acuerdos”.Cuando empezaron a pasar mucho tiempo juntos, Coni propuso conversar sobre abrir el vínculo. Venía de experiencias monogámicas con celos y controles que no la interpelaban. “No me cerraba la exclusividad como mandato”, dijo. Aaron no estaba convencido, pero se sentaron varios días a redactar lo que llaman, con humor, “términos y condiciones”.
“No todas las relaciones abiertas son iguales”, aclaró Coni. La suya se apoya en reglas concretas, dinámicas y revisables. “Si algo deja de funcionar, lo hablamos y lo cambiamos”, completó.En cuánto a “los prohibidos”, Aaron y Coni enumeraron lo que no está permitido hacer: “No tener sexo con amigos, con familiares o gente del trabajo”.
Prefieren un conocimiento mínimo para cuidar la seguridad —“una charla corta, una bebida, verificar que no sea alguien peligroso”— y la claridad desde el primer minuto: “Blanqueamos que estamos en pareja abierta y preguntamos si la otra persona está de acuerdo”.
En términos de logística, usan aplicaciones de citas y también escenarios “face to face”, como bares, fiestas y boliches. “Como no convivimos, nos reservamos los fines de semana para nosotros. Si salimos con otras personas, lo hacemos en momentos libres”, puntualizaron.
“No somos superhéroes. Tenemos celos como cualquiera”, agregó Coni, quien para procesar todo lo que experimenta hace catarsis en sus redes.
La conversación sobre tener hijos aparece, pero no los presiona. “Aaron no tiene el deseo de ser padre”, explicó Coni. Ella, hoy, tampoco piensa en maternar, aunque no descarta adopción a futuro, incluso de un niño grande.
En caso de decidirlo, proyecta un esquema de familia ensamblada: “Si eligiera ser madre, sería mi hijo. Aaron me acompañaría como pareja, no como figura paterna”.
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