DIVERSIDAD
12 de junio de 2020
En el Mes del Orgullo ¿Qué te enorgullece?
Cuando se habla del orgullo actualmente, es imposible no vincularlo a la diversidad sexual y a la comunidad LGBTIQ+. Son años de lucha, de visibilización, de empoderamiento, de entendimiento, de debates en las calles y los congresos, de educación y deconstrucción de conceptos. Y la pregunta que toca responderle a quien no pertenece a este colectivo es “¿Qué te enorgullece?”
El orgullo se vincula con aquello que nos hace sentir afortunados, gigantes, merecedores; ergo, es lo que, de alguna manera, nos fortalece. El presente se ha vuelto más receptivo a lo diferente si lo comparamos con tiempos pasados, (aunque aún resta repensar y deconstruir muchas ideas respecto a la diversidad sexual y tantas otras cosas). Sin embargo, muchas personas ven un factor importantísimo de su identidad, obligado a permanecer oculto. Si te gusta alguien de tu mismo sexo, si tu género no se corresponde con el asignado al nacer, si la forma en la que expresás tu género no entra en los parámetros “convencionales”, pertenecés al grupo de la sociedad que debe vivir durante un tiempo (si no es toda la vida) dentro de un “clóset”. Ese armario donde deberás esconder todo lo que sos para poder existir “en paz” dentro de la sociedad. Algunxs tal vez no tengan un clóset porque tuvieron la suerte de haber crecido en un ambiente familiar que celebraba la diversidad o que la entendía, o simplemente porque desde tu infancia criaste una seguridad capaz de neutralizar cualquier intento de censura. Sea cual fuere el caso, ese camino que se transita es único, irrepetible, intransferible.
Por estos motivos es que, en realidad, el orgullo no es la sexualidad en sí. El orgullo es ese proceso de aceptación que se transita para poder estar cómodx con lo que se es. El orgullo está en el poder que se tiene sobre la recepción de miradas o rumores maliciosos. Está en la autoridad que se tiene sobre unx mismx. El orgullo no está en el hecho de que te gusten los hombres o las mujeres o ambas. Está en el hecho de poder hablarlo abiertamente en el lugar que sea, con quien sea, porque ya no te paraliza el miedo a una reacción violenta o de rechazo. El orgullo significa, también, entender que a tu familia, aunque les cueste, intentarán (o no) acercarse para conocer/entender a esa persona nueva, porque aunque sigas siendo su hijx, es alguien nuevx. No es que seas distintx, sino que ahora, al ser más vos que antes, resultás alguien diferente para lxs demás.
Poder decir “es mi novio” en vez de “es mi amigo” o “marido” en vez de “compañero”, es liberador para cualquier hombre gay, por ejemplo. Y esa visibilización ayuda a muchxs otrxs que están transitando su propio camino, porque te observan añorando poder ser igual de libres. Incluso han de preguntarse “¿Cómo?”. La respuesta a ese “¿Cómo?” está en el tiempo. En saber si se está listo para salir del clóset (o saber si efectivamente estás en un clóset). Porque aceptarte y contarlo son cosas diferentes. Si decidís contarlo, has de estar listx no solo para hacerlo, sino también para aceptar la respuesta de quien esté frente a vos, pues no todxs están obligadxs a quererte. Y eso también está bien. La única persona obligada a quererte sos vos. Aceptarte… en un mundo que rechaza lo diferente es el mayor acto de rebeldía. Y perdonar… a quien te hizo burla en la escuela, en el trabajo, en el deporte, te permitirá sanar. Siempre habrá algo para burlarse porque lo que es distinto, resulta objetivo fácil de burla. ¡Qué mejor que ser distinto entonces!
Así que si te preguntasen alguna vez “¿De qué estás orgullosx?” la respuesta sería: de todo lo que hay detrás de tu sexualidad. No es solo ser gay, lesbiana, trans, bisexual, etc. Es la posesión de esa historia que te empodera, porque nadie más la vivió como te tocó vivirla. Ese debería ser tu mayor orgullo.
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