LITERARIA
2 de abril de 2023
“EL GUARDIÁN” de Iván Urueña
Primera parte
Algunos vecinos dicen que el pueblo es más seguro cuando patrulla el sargento por las tardes, no todas de ellas pero si la mayoría y de forma recurrente el sargento Alonso sale a las calles antes que se oculte el sol, mirando siempre con algo de miedo los últimos rayos de luz natural que quedan,
y mientras termina su última copa de vino levanta su fusil, o lo que considera que es un fusil (una vieja tubería quebrada de casi un metro) y con preocupación en su rostro se prepara para comenzar la noche, vestido con su mejor camisa y un pantalón de cuero, deambula por las noches por casi todas las calles del pueblo, inundado por la oscuridad de las mismas y solo iluminado por las ventanas de las pocas casas que le comparten algo de luz, se mantiene en guardia, vigilando y listo con su “fusil” para defenderse ante cualquier peligro, todo ruido extraño lo pone en alerta y toda alerta es respondida con gran rapidez, lo que lo hace correr desesperadamente hacia su origen solo para encontrarse con una gran tranquilidad.
La verdad es que mucho peligro aquí nunca hay, este es un pueblo pequeño rodeado por las cañas de azúcar y algunos pequeños montes al costado de los ríos, por ser una comuna alejada de los mayores núcleos urbanos y estar lejos de la ciudad capital, es raro ver a alguien sin un rostro familiar, ya que, aquí tampoco llegan los turistas. Aunque aun así tenemos a nuestro guardián del pueblo, envuelto por las noches en su rutinaria labor, que de por si ya son de mas tranquilas, él nos da esa sensación de confianza cuando por frente de nuestras casas aparece su figura deambulando en la oscuridad.
Ahora si, me toca contar un poco de su historia o mejor dicho lo poco que sabemos de su historia, cuando era chico, cuentan que siempre tuvo esa capacidad de ser alguien activo y servicial para la comunidad, se servía de sus propias cosas trabajando en las cosechas del campo o como albañil cuando se lo requería, principalmente en la estancia del señor Medina que lo consideraba como uno de sus parientes, así logró juntar suficiente plata para momentos de emergencia.
Vivía solo en un pequeño terreno que le habían dejado un hombre que decía ser su tío, aunque la verdad nunca supimos nada de sus familiares cercanos. Este hombre se acercaba de vez en cuando para ver si Alonso necesitaba algo a pesar de que vivía en otra comuna, pero con el tiempo dejó de venir al pueblo.
Además de todo esto, siempre fue un chico muy solitario que prefería pasar las tardes leyendo que interactuar con los vecinos, pero una vez llegando el año 81 fue llevado o mejor dicho fue obligado a hacer el servicio militar, algo que no vio como una gran carga puesto que todos los jóvenes lo habían hecho y sabiendo que solo tendría que obedecer órdenes y hacer guardia por los demás pueblos, pero llegando al año 82 fue el único de ésta zona que al que lo trasladaron a las Islas Malvinas.
Por mucho tiempo nadie supo lo que le ocurrió en aquel lugar, principalmente porque nunca se atrevió a contarlo. Lo único que sabemos es que lo asignaron a uno de los regimientos que se encontraban cerca del aeropuerto o que al menos estuvieron por un tiempo cerca de éste, y que todas esas noches lo que lo mantenía despierto era un miedo latente, solo quedaba esperar a que las inevitables desgracias de la guerra sucedieran mientras miraba fijo hacia el horizonte.
Cuando volvió ya era otra persona, se encontraba perdido y solo, no tuvo el acompañamiento ni del ejército ni de sus familiares. Se encerró en su casa durante varios meses, saliendo solo para conseguir únicamente lo indispensable para comer, de seguro se gastó todo lo que había ahorrado antes de la guerra, pero llegó el momento en que no tuvo más opción y debió enfrentarse de nuevo al mundo, intentó volver a conseguir algo de plata haciendo algunos mandados en el campo o volviendo a su oficio de albañil, pero al ser una ciudad pequeña muy pocas veces se requería de uno. Fue en este tiempo cuando notamos que era una persona que parecía vivir en otro mundo, su mirada permanentemente perdida denotaba quizás los grandes horrores que vio en la guerra, parecía estar siempre atento a cualquier amenaza y si algo lo sorprendía, eso le llegaba a despertar en él alguna reacción de peligro, como algo que lo hiciera a recordar lo ocurrido, y se exaltaba en una escalada de violencia que pocas veces podía ser controlada. Es por esta razón que, siendo muy joven, quedó pobre y abandonado, con el tiempo empezó a refugiarse en el alcohol y principalmente en el vino barato, tomando botella tras botella hasta terminar en un avanzado grado de alcoholismo y volviéndose adicto.
Fueron en aquellos estados de embriagues cuando empezaba a tener sus primeras alucinaciones con la guerra y el ejército, parecía creer estar de nuevo en las islas, manteniendo formación en la calle y limpiaba su “fusil”, de vez en cuando se presentaba en la comisaría del pueblo para salir a hacer guardia en el aeropuerto, no es necesario explicar que aquí no hay aeropuerto alguno, muchos de los vecinos ni siquiera vieron uno en su vida, pero él estaba completamente convencido de que tenía que ir y no cualquiera sino al de Puerto Argentino, esta es la razón por la cual no se retiraba hasta que el comisario encargado del pueblo lo mandaba a cumplir su labor.
Es por estas divagaciones que fuimos conociendo un poco sobre lo que le ocurrió durante la contienda y por lo que nosotros lo apodamos como el “sargento”, a pesar de que solo fue un conscripto.
En esos tiempos era un problema cuando estaba en esos grados de ebriedad, en especial durante tiempos de fiesta, ya que los más jóvenes traían cohetes de la ciudad para tirarlos en la noche, algo que era relativamente normal y lo considerábamos inocente pero cuando Alonso se encontraba borracho y escuchaba estas explosiones, lo atacaba un enorme miedo que lo hacía caer en una creciente desesperación que lo confundía cada vez más y sin saber que hacer se lanzaba a correr en cualquier dirección mientras gritaba - ¡Ahí vienen los Sea Harrier!, ¡Ahí vienen lo Sea Harrier!- para después esconderse en la primera trinchera que encontrará, o sea cualquier agujero que tuviera cerca mientras se tiraba al suelo esperando que cese todo “ataque”.
Hubo una vez que lo cambió todo, allá por el año 88 en las noches del 24 cuando le agarró este ataque de desesperación mientras se escuchaban las bombas, corrió por todo el pueblo hasta perderse en uno de los montes que nos limitan y no apareció por seis días hasta que en la tarde del dos de enero unos cuantos vecinos decidieron salir a buscarlo junto con el comisario, lo encontraron debajo de un agujero que al parecer había cavado con sus propias manos y se notaba en él un avanzado grado de deshidratación.
En ese entonces pasaron muchas cosas, en la ciudad comenzaron a surgir algunos planes de ayuda médica y psicológica para los veteranos a los cuales, el delegado comunal intentó llevarlo para ver si se recuperaba, después de todo, seguía siendo relativamente joven y no querían abandonarlo así. Pero hubo un problema, el sargento Alonso se negó, no quiso recibir ningún tipo de ayuda ya que lo consideraba como algo miserable y que él no era alguien miserable, era un caballero, un soldado que estaba sirviendo a su nación. Entonces se recurrió a otra cosa, se intentó prohibirle consumir alcohol, pero viendo que esto nos sería imposible se pusieron de acuerdo los vecinos para no darle ni venderle ninguna botella. En un principio esto funcionó y Alonso volvió a ser el mismo, pero poco a poco empezó a volver a buscar el vino y al no poder conseguirlo por dichas razones, comenzó a sufrir una enorme depresión que, alimentada por los traumas y la ansiedad de no poder satisfacer su adicción, llegaba a enfurecerse consigo mismo y con todo el pueblo. Una tarde de ese mismo año, cuando todos estaban terminando sus rutinas e iban a descansar, Alonso entró en un almacén y saludo a Antonio, el dueño que era conocido suyo, después agarró por su cuenta varias botellas de vino y se fue con la mayor tranquilidad, el dueño algo enfurecido, pero comprendiendo lo que le pasaba no quiso acusarlo de nada pero en vez de dejarlo pasar decidió ir a buscarlo con algunos vecinos, entre ellos me encontraba yo...
Iván Esteban Urueña, 23 años, monterizo. Estudiante del Profesorado de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Publicó su primer libro de poesías en mayo del 2021: una antología titulada “Joven Resplandor” con Ediciones del Parque. Este cuento “El Guardián” resultó uno de los 13 ganadores, entre 200 participantes, del Certamen “Relatos sobre Malvinas” del ENTE CULTURAL TUCUMÁN al cumplirse los 40 años de la Guerra de Malvinas en el 2022, siendo publicado en agosto del mismo año en una antología de los 13 cuentos galardonados de distintos autores tucumanos, bajo el título “RELATOS SOBRE MALVINAS”, presentado en vísperas a la celebración de la Batalla de Tucumán en septiembre del año pasado.
Si quieres escuchar el cuento completo sigue el enlace al canal de Youtube del autor https://www.youtube.com/watch?v=mRBZdns7dNU&t=440s
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