31 de octubre de 2025
Terror desde el cielo: cómo los drones rusos convierten Kherson en un campo de tiro contra civiles

Más de 16.000 ataques con drones en siete meses, 79 civiles muertos y 768 heridos. Las zonas ribereñas de la ciudad viven bajo asedio constante de operadores rusos que persiguen ancianas que pasean perros, ciclistas, ambulancias y hasta pacientes oncológicos, documentando sus “trofeos” en redes sociales
>La casa particular de Tetiana Karmazina, de 66 años, está ubicada cerca de la orilla del río Dnipro, en el distrito Dniprovskyi de Kherson. Esta zona también es conocida como “Voienka”.
“Estaba posado, no sé si en el techo de una casa o en un árbol, y apenas salí, despegó. Vi una luz roja y enseguida entendí que iba a lanzar algo. Y así fue”, recuerda Tetiana.
“Estuve arrastrándome como una hora y media, creo. El perro se acercó a la puerta, no me reconoció y empezó a morderme las manos — cuenta la mujer. — La puerta estaba cerrada y me costó mucho abrirla. Luego todavía tenía que arrastrarme un buen trecho hasta la casa, pero llegué”.
Nataliia Derhach, de 48 años, hasta hace poco vivía en la localidad de Antonivka, situada a orillas del río Dnipro. El 12 de enero, a las 8 de la mañana, salió a pasear a su perro y escuchó un zumbido. Levantó la cabeza y vio dos drones; entonces corrió a esconderse detrás de unos árboles. “Corrí detrás de ellos, me agaché y cubrí al perro con mi cuerpo. Estuvieron sobre mí, probablemente unos tres o cuatro minutos. Me veían perfectamente: sabían que era una mujer, que tenía un perro, que lo protegía con mi cuerpo. Pero eso no los detuvo. Mi error fue que o yo, o el perro, nos movimos. El primer lanzamiento fue a mi izquierda; tuve mucha suerte de que hubiera un camino de cemento cerca y la bomba cayera al otro lado, en la tierra. El segundo ya no lo escuché. De inmediato empecé a sangrar”, relata Nataliia.
Como consecuencia de las explosiones, Nataliia sufrió heridas en todo el cuerpo: en el torso, un brazo, ambas piernas y la cabeza. También sufrió una conmoción cerebral. El perro resultó herido. Después de aquello, Nataliia y su esposo se mudaron a una zona más segura de Kherson.El distrito Dniprovskyi y la localidad de Antonivka, donde vivían Tetiana y Nataliia, se encuentran en la llamada “zona roja” de la región de Kherson. Este territorio incluye parte del centro regional y las aldeas ribereñas de Sadove, Bilozirka, Pryozerne, Komyshany y otras.Los rusos comenzaron a utilizar de forma masiva los drones a finales del verano y comienzos del otoño de 2024. Publican regularmente sus “cacerías” en canales y redes sociales, afirmando que atacan únicamente a militares y vehículos de las Fuerzas Armadas de Ucrania.
La calidad de la imagen estaba lejos de ser buena; sin embargo, Anastasiia Pavlenko, de 24 años, se reconoció a sí misma en la grabación. La joven no servía en las Fuerzas Armadas; era vecina del pueblo de Antonivka y madre de dos niños pequeños. Aquel día había perdido el autobús y decidió ir en bicicleta. Cerca del puente de Antonivka, sobre el río Dnipro, notó que un dron la seguía.
“Despega desde el tejado y empieza a perseguirme”, recuerda Anastasiia. “Yo giro el manubrio a la derecha, luego a la izquierda. Entonces él se da cuenta de que a mi derecha hay una zanja, así que ya no puedo ir por ese lado. Giro hacia la izquierda, el dron se aleja, me enfoca con la cámara y lanza el proyectil.”Según la Administración Militar Regional de Kherson, en la segunda mitad de 2024 las zonas más afectadas fueron las aldeas de los suburbios de Kherson – Antonivka y Kindiyka –, pertenecientes a los distritos Dniprovskyi y Korabelnyi. El mayor número de ataques se registró en septiembre y octubre, con hasta 2.700 ataques de drones por mes. Durante ese mismo periodo, 47 habitantes de la región murieron y 578 resultaron heridos, entre ellos 8 niños.
En 2025, los drones rusos comenzaron a alcanzar también el centro de Kherson. Sin embargo, la zona ribereña del río sigue siendo la más atacada y la frecuencia de las explosiones ha ido en aumento.Los militares rusos no solo lanzan explosivos desde los drones, sino también minas antipersonales, las llamadas “pétalos” o “mariposas”, prohibidas por la Convención de Ottawa. En junio, el presidente Zelensky firmó un decreto sobre la retirada de este tratado internacional que prohíbe el uso y obliga a los Estados parte a destruir sus reservas de minas antipersonales. Rusia, Estados Unidos y China no son signatarios de dicha convención. Ucrania se adhirió en 2005. También iniciaron su salida del acuerdo los países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania–, así como Polonia y Finlandia, que comparten frontera con Rusia. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania Oleksandr Perederei, un habitante de Kherson de 46 años, lleva varios años evacuando en su vehículo todoterreno a personas, cuerpos de fallecidos, animales y pertenencias desde la zona roja. Mientras circulaba por una carretera de uso común, pasó dos veces por encima de un “pétalo”. La primera vez ocurrió el 20 de abril de 2025 en Antonivka, de donde evacuaba a dos familias. El “pétalo”, casi invisible, yacía en la carretera.
La segunda vez pasó por encima de una mina antipersonal diez días después del primer incidente, en la carretera cerca del puente de Antonivka.
En aquella ocasión, por suerte, la explosión solo dañó el vehículo. Sin embargo, las minas antipersonales también cobran vidas. Según la Administración Regional de Kherson, desde comienzos de este año tres personas han muerto y otras 53 han resultado heridas a causa de las explosiones de los “pétalos”. A pesar del peligro, Oleksandr sigue evacuando a la gente.
Repararlos le costó a Olha casi 100 000 hryvnias (unos 2 500 dólares). Según los habitantes locales, el año pasado los operadores de drones aún estaban “practicando” y afinando su puntería. Para hacerlo, elegían cualquier blanco: una persona o un animal.
Los residentes de Kherson han notado que las bombas lanzadas desde los drones varían en su poder destructivo. Natalia Derhach sufrió múltiples heridas por metralla en el costado izquierdo del cuerpo, además de una contusión y un barotrauma.
A Tetiana Karmazina le amputaron la pierna derecha por debajo de la rodilla. La pierna izquierda sufrió una fractura compleja. Por la naturaleza de las heridas, la mujer llegó a la conclusión de que sus piernas fueron alcanzadas por un explosivo cargado con clavos.
“Vuelan muy alto, a unos 400 o 500 metros, y cuando detectan un objetivo, se lanzan en picada. Solo los escuchas cuando ya los ves claramente, casi a una distancia a la que podrías tocarlos con la mano”, cuenta Natalia Derhach.
Los paramédicos acuden a los llamados con casco y chaleco antibalas: es un requisito obligatorio, cuenta Oleksii Alferov, de 65 años, paramédico del servicio de urgencias de Kherson. Actualmente se encuentra de licencia sin goce de sueldo, ya que, incluso después de varios meses de baja médica, sigue cojeando y continúa tratando las secuelas del ataque con dron contra una ambulancia. El 17 de abril de 2025, su equipo recibió un llamado en el distrito Dniprovskyi de Kherson, muy cerca de la orilla del río Dnipro. Los transeúntes habían solicitado asistencia para una persona herida tras un ataque con dron. Oleksii y el conductor llegaron al lugar, colocaron al herido en una camilla dentro de la ambulancia y se dirigieron al hospital. Oleksii le estaba prestando atención médica cuando, tras avanzar unos 300 metros desde el punto de rescate, se produjo una explosión. Sintió un dolor agudo y vio que sangraba: había sufrido una grave herida por múltiples fragmentos de explosivos.
“Lo más probable es que ese dron estuviera en modo de espera”, cuenta Oleksii. “Fue un impacto directo en el vehículo, justo en el asiento del pasajero. La ambulancia quedó inutilizada, prácticamente destruida. El conductor resultó un poco menos herido, pero también sufrió lesiones”.Oleksii Alferov fue condecorado con la medalla “Por la vida salvada” por decreto presidencial con motivo del Día de la Independencia de Ucrania. Planea reincorporarse al trabajo en octubre. Debido a las lesiones sufridas, es poco probable que pueda volver a conducir una ambulancia, por lo que probablemente atenderá las llamadas desde la central de emergencias.
Los drones rusos cazan no solo de día, sino también de noche, utilizando cámaras térmicas. En la zona costera de Kherson no existe un lugar ni momento seguro. El transporte público prácticamente no funciona, y los habitantes temen salir en sus vehículos particulares. Como los drones también atacan subestaciones eléctricas, las viviendas se quedan sin electricidad y surgen problemas de comunicación. La gente se ve obligada a abandonar sus hogares. Algunos residentes todavía permanecen en la zona costera, pero esta se está convirtiendo poco a poco en un desierto. Desde la liberación de la ciudad en noviembre de 2022, las autoridades regionales han evacuado a más de 47.000 personas de Kherson y sus alrededores, según informó la Administración Militar Regional.Desde la zona costera también se evacúan instituciones sociales. Hasta diciembre de 2024, en Antonivka funcionaba el Dispensario Oncológico Regional de Kherson, que atendía a 34.000 pacientes oncológicos de la región. Sin embargo, desde el otoño de 2024, los drones rusos comenzaron a atacar sistemáticamente el centro médico, desde el cual se puede ver el río Dnipro, cuenta su directora, Iryna Sokur.
“El número de mis empleados que venían al trabajo en su propio coche disminuía constantemente, porque los vehículos de los médicos caían con frecuencia en la zona de impacto. Nuestro estacionamiento siempre estaba lleno, y entonces comenzaron los ataques con drones”, dice Iryna.
“Vi que un hombre conducía a gran velocidad y el dron lo perseguía. Cuando finalmente alcanzó el coche, lanzó una bomba: cayó sobre el maletero. El vehículo se detuvo. Cuando me acerqué, el hombre gritaba de dolor, era horrible de ver. Mi compañera estaba en el asiento delantero, muerta. Un fragmento la había atravesado de lado a lado por el respaldo”, recuerda Tetiana.
Yo caminaba por la calle, un hombre empujaba a su esposa en una silla de ruedas y un dron empezó a seguirnos — recuerda la jersonesa Olha Chernyshova. — Corrimos una cuadra hacia abajo, él con la silla de ruedas y yo, intentando escondernos entre los arbustos y los árboles, pero el dron seguía detrás. Se veía claramente que estaba cazando.”
En mayo de este año se publicó un Los autores del informe destacan además que la difusión pública de grabaciones de los ataques y de mensajes con amenazas anunciando nuevos atentados aumentó el miedo entre la población, y que la publicación en canales rusos de Telegram de videos con asesinatos y heridas de civiles constituye un “crimen de guerra por atentado contra la dignidad humana”.
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