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12 de noviembre de 2025

El volcán de Costa Rica que funciona como laboratorio natural para comprender si Marte pudo albergar vida

El cráter Poás, en el país centroamericano, reúne condiciones químicas y ambientales casi idénticas a las que dominaron al planeta rojo hace 3.500 millones de años

>El volcán Poás, en Costa Rica, se convirtió en un laboratorio natural clave para estudiar cómo pudo surgir la vida en Su cráter alberga la Laguna Caliente, un lago superácido con composición mineral y química similar a la que dominó el planeta rojo hace 3.500 millones de años.

En ese entorno extremo sobreviven microbios capaces de adaptarse a concentraciones elevadas de azufre, metales disueltos y temperaturas variables. Estos organismos ofrecen pistas sobre las estrategias biológicas que permiten la vida en condiciones hostiles. Por eso, el Poás es hoy uno de los análogos terrestres más valiosos para la astrobiología moderna.

La imagen satelital tomada en 2025 permitió observar con claridad ese contraste: un cráter que parece arrancado de Marte en medio de la Tierra. En el centro, la Laguna Caliente, un lago superácido con un pH cercano al del ácido de batería, ofrece condiciones incompatibles con la vida tal como se la concibe desde una perspectiva humana.

El Poás es un estratovolcán con una historia de formación que se remonta entre 1,5 millones y 700.000 años. Su actividad no es un asunto del pasado: durante los últimos dos siglos registró múltiples erupciones importantes y episodios de expulsión de gases, cenizas y vapor tóxico.

“Tenemos un sesgo muy centrado en el ser humano sobre lo que es un ambiente agradable, feliz y templado para crecer”, señaló Rachel Harris, ecóloga microbiana vinculada a la Estrategia de Investigación y Exploración de Astrobiología Decenal de la La existencia de vida en este lago no se vincula a organismos complejos ni a comunidades biodiversas. Por el contrario, las bacterias que prosperan allí pertenecen a un grupo reducido de extremófilos que desplegaron mecanismos altamente especializados para aprovechar los compuestos químicos del entorno.

Ese patrón de baja diversidad y alta resiliencia resulta clave porque se acerca al modelo teórico de vida que posiblemente existió en Marte hace más de 3 mil millones de años, cuando el planeta contaba con agua líquida y actividad volcánica sostenida.

El vínculo entre Poás y Marte no es algo actual. Estudios previos identificaron similitudes directas entre la Laguna Caliente y una región marciana llamada Home Plate, explorada por el rover Spirit en 2009.

Allí, las rocas y sedimentos revelaron indicios de un antiguo sistema hidrotermal ácido. Si en ese tipo de ambientes terrestres existen microbios capaces de sobrevivir con recursos energéticos mínimos, la posibilidad de que condiciones comparables hayan permitido la vida marciana deja de parecer remota y se transforma en una hipótesis sustentada por evidencia concreta.

Hynek describió así la incertidumbre previa al análisis: “Yo no sabía lo que hallaríamos. Si no encontraríamos ninguna cosa o montones de ellas. Habíamos hecho estudios similares en otros volcanes y, en ocasiones, no hallábamos nada pues las condiciones eran demasiado duras para permitir algún tipo de vida y, en otros sitios, encontrábamos comunidades diversas de microbios”.

El resultado sorprendió incluso a los propios investigadores. La laguna albergaba un único tipo de bacteria, perteneciente a una misma especie, lo que reflejó una comunidad extremadamente simplificada y especializada.

Para Hynek, esa característica no es una limitación, sino una pista reveladora: “Este es un lugar que, en gran medida, tiene la misma química y los mismos minerales que antes estaban presentes en los sistemas hidrotermales de Marte. Estudiando este sitio podemos aprender lo que ocurría en Marte hace 3.500 millones de años”.

“Quizá porque nunca antes había sido secuenciado y, por tanto, no hay nada en los archivos con lo que cotejarlo bien”, explicó Hynek.

Desde la perspectiva astrobiológica, el Poás funciona como un modelo vivo de cómo la vida puede surgir, persistir y reorganizarse en entornos extremos. Si Marte albergó ambientes similares pero menos corrosivos, la presencia de microbios en su superficie antigua se vuelve una hipótesis plausible.

Incluso si esa vida ya no existe, su huella sería igualmente transformadora para la ciencia. “Hallar vida en otros planetas, incluso si ya está extinta, sería un descubrimiento muy emocionante”, concluyó Hynek.

Lo notable es que la clave para comprender el pasado biológico de Marte podría no estar en laboratorios sofisticados, ni en los robots que recorren la superficie marciana, sino en un cráter volcánico activo a pocos kilómetros de una ciudad latinoamericana. Allí, en un lago donde ningún animal podría sobrevivir, prosperan organismos que reescriben nuestra comprensión de dónde es posible la vida.

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